Lucía Olivas Espino, doctora rarámuri en educación, expuso en las instalaciones del Poder Judicial de la Federación en Chihuahua, que las tradiciones y costumbres indígenas juegan un papel fundamental en la preservación de su identidad y el avance hacia la igualdad
Karla Quintana / Raichali
Las marchas del 8 de marzo no son de la cultura rarámuri, pero algunas mujeres indígenas las han adoptado como un espacio para ser escuchadas porque sus voces no se escuchan, explicó Lucía Olivas Espino, mujer rarámuri doctora en Educación.
Así lo dijo durante una ponencia llamada La situación de los derechos humanos en las mujeres indígenas, realizada en las instalaciones del Poder Judicial de la Federación de Chihuahua, en la cual expuso los retos que tienen los pueblos indígenas respecto a sus derechos, la importancia de aplicar su propio sistema normativo y conservar su cultura.
El caso de Lucía para acceder a sus derechos es conocido.
Ella es de la comunidad rarámuri de Norogachi, ubicada en el municipio de Guachochi. Tiene un doctorado en Educación y en septiembre del año pasado había sido designada como titular del departamento de Educación Indígena en Servicios Educativos del Estado de Chihuahua (Seech), sin embargo, por presión del magisterio, le fue violentada esa oportunidad y la sustituyeron con un profesor agremiado al sindicato 8 del SNTE.
Posteriormente y ante la polémica, Lucía Olivas se mantuvo activa y hoy en día es diseñadora de materiales de apoyo en Seech.
En este sentido, durante la ponencia que brindó esta semana, Lucía aprovechó para dar un panorama de cómo las comunidades rarámuri eligen a sus autoridades, bajo sus propias normas y costumbres, y resaltó el papel creciente de las mujeres en estos procesos.
“Ahí nosotros tenemos la costumbre de elegir a la persona que puede llevar el trabajo, que puede guiar a la comunidad. Entonces, nosotros escuchamos el testimonio del siríame (gobernador indígena), en este caso en la comunidad el siríame es la máxima autoridad y hay que respetar”, agregó.
También habló sobre el avance en la participación política de las mujeres indígenas dentro de sus comunidades:
“Cuando hay cambio de gobernadores indígenas, autoridades indígenas, las mujeres participamos ahora, anteriormente no se veía. Hay algunas mujeres indígenas que han tomado esta responsabilidad de llevar esa palabra a la comunidad”, explicó y reconoció que aún queda camino por recorrer.
“Todavía falta mucho por trabajar, pero vamos avanzando poco a poco”, advirtió Olivas Espino, y expuso sobre las limitaciones que aún enfrentan las mujeres indígenas para hacer valer sus derechos.
“Nos vemos limitadas a que se cumplan estos derechos. Y muchas veces, como mujeres indígenas desconocemos también cuál es mi derecho como mujer. Y por eso ahí es donde se pierde toda la intención o hacer cumplir nuestro derecho”, lamentó.
En su análisis sobre la vida de las mujeres rarámuri, Olivas Espino reflexionó sobre las emociones que atraviesan a lo largo de su ciclo de vida:
“Desde mi percepción, una característica le pongo felicidad y luego tristeza y preocupación en las mujeres. Felicidad en la niñez, porque las niñas pues todavía no tienen esa parte de la tristeza y preocupación. Entonces, la vida de ellas es felicidad, no importa las circunstancias o las condiciones en que viven, pero es feliz”, compartió.
No obstante señaló que con la adultez, las mujeres enfrentan mayores dificultades. “Una mujer adulta puede comenzar esa tristeza. Puede haber preocupación por diferentes situaciones, ya sea porque falleció su familia o porque es violentada, preocupación por sus hijos, por sus parientes. Hay muchas cosas por las que puede estar triste o preocupada”, expresó.
Desde la infancia, añadió, las niñas indígenas desarrollan autonomía a través de su participación en las actividades comunitarias. “Nosotros acostumbramos a tener animales domésticos en casa, las chivas, algunas familias cuentan con ganado de vacas, y todo eso hay que cuidar. Para tener gallinas hay que darles de comer para poder comer gallina de rancho”.
Relató que desde pequeñas, las niñas aprenden a asumir responsabilidades en el hogar y la comunidad. “Eso puede hacer niño y niña. Entonces, ustedes ven que la participación de la niña comienza desde temprano, desarrollan la autonomía, pues sí, empezamos a ser independientes”.
Recordó cómo su padre le asignó una responsabilidad importante desde que era niña:
“Igual, a veces los mismos padres de familia nos dan tareas. Yo recuerdo cuando me dijo mi papá: ‘Ya es tiempo de que tú empieces a hacer la fiesta’. El yúmare se hace cuando uno quiere agradecer a Dios. Entonces, a mí me dieron ese papel desde que estaba en la primaria, cuando estaba pequeña”, rememoró.
Lucía Olivas también abordó la desigualdad en el acceso a la educación para las niñas indígenas:
“Así es como se aprende, como se cuida esa costumbre y esa tradición, guiando a los hijos, a las hijas. Y las niñas tienen menor acceso a la educación académica. Es otra de las (situaciones) que se vive en nuestras comunidades, en nuestra casa. De un tiempo para acá, los papás nos han dado esa oportunidad de avanzar en la parte académica”.
Compartió su experiencia personal sobre cómo enfrentó esta realidad:
“Yo no pedí permiso, nadie pidió permiso para poder ir a estudiar. Yo recuerdo cuando acabé la primaria, me decían: ‘¿Y qué vas a hacer?’. Y recuerdo que hubo una señora que fue a la casa para que yo fuera a pedir korima a Parral. Supe porque mi mamá me dijo“.
Explicó que la visión tradicional sobre los roles de género sigue influyendo en el acceso de las niñas a la educación:
“Los padres consideran que en un futuro se convertirán en esposas y madres. Por esa razón no les da esa oportunidad de prepararse. Pero ahorita, pues las jovencitas ya solas van tomando sus propias decisiones. Solitas eligen seguir adelante”, manifestó.
En su intervención, Lucía Olivas Espino también reflexionó sobre el despertar de las mujeres en la actualidad respecto a su autonomía y derechos:
“Hace tiempo, una persona me comentaba: ‘Yo tuve que salir de mi casa para no poderme juntar con tal persona, porque yo no quería eso’. Entonces, anteriormente también era eso, los padres de familia nos buscaban con quién juntarnos. Y pues no, creo que las mujeres de ahora ya están más despiertas”.
Para cerrar, Olivas Espino abordó una reflexión personal sobre la conmemoración del 8 de marzo: “No es mucho de la cultura rarámuri, creo que algunas personas lo han adoptado también para poder manifestarse y poder buscar un espacio donde sean escuchadas porque muchas mujeres tampoco tienen voz. Entonces, ahí es donde buscan esa oportunidad de que se sintieran escuchadas. En general, yo no participo porque lo recuerdo de otra forma. Tal vez yo conmemoro ese día recordando por qué sucedió, por qué se vivió este movimiento”, concluyó.
