Chihuahua

martes 19 marzo, 2024
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    El día que marcharon 20 mil colores

    El sábado 2 de julio fue histórico para la ciudad de Chihuahua. Con alrededor de 20 mil asistentes, la marcha LGBT+ del 2022 pasó a ser una de las movilizaciones públicas más grandes de las que se tenga registro. Las calles de la capital de un estado en el que las autoridades se mantienen indiferentes ante el odio, se llenaron de orgullo y colores, recordándonos que no hay mayor alegría que la de ser unx mismx.

    Advertencia: Texto con elementos sensibles para acérrimxs defensorxs de la Real Academia Española (RAE).

    Texto y fotografías de Óscar Rosales

    Como todo buen día “normal” en Chihuahua, el clima no se ponía de acuerdo. La lluvia había cesado, pero algunos nubarrones grises (de acuerdo a mi daltonismo) le hacían competencia al sol que se asomaba entre ellos. “A ver si no se inunda y dicen que fue por nosotros”, pensé.

    El punto de partida para la tan esperada marcha LGBTTTIQA+ de este año fue la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), irónicamente a unos cuantos pasos de las oficinas de un partido que históricamente nos ha tratado como ciudadanos de segunda clase (una caguama para quien adivine).

    Desde antes de llegar, se veía que la movilización sería enorme. Venía desde mi otra chamba, al norte de la ciudad, y bajé del Uber cerca de la avenida Teófilo Borunda, en intersección con la calle Ernesto Talavera, porque el tráfico estaba atascado. Curiosos, algunos conductores asomaron la cabeza fuera de sus vehículos, buscando respuestas.

    Recuerdo una bandera arcoíris ondearse a lo lejos, sostenida por una chica que sonreía junto con un pequeño grupo de personas mientras cruzaban la calle. De hecho, todos sonreían. Me parece que ese día fue difícil encontrar rostros tristes. Y mientras corría, los pequeños grupos rápidamente se convirtieron en decenas de personas. Al llegar a la CEDH, las decenas ya eran cientos y los cientos, se volvieron miles.

    Los orgullos trans, bisexual, pansexual y asexual, se hicieron presentes en banderas, playeras, pulseras, globos, sombrillas, coronas, e incluso en paletas de hielo. Niños y niñas, jóvenes y adultos, se turnaban para tomarse fotografías con las Drag Queens. Acompañada de una mujer que lucía un vestido blanco con manchas rojas que simulaban ser sangre y con el mensaje escrito de “#NiUnaMás” sobre ese atuendo, una pequeña niña sostenía un cartel en el que se leía “Mi tía es trans y la amo”. Al centro de la Avenida Zarco, una bandera de al menos 20 metros de longitud, era sostenida por muchas manos. Había parejas del mismo sexo tomadas de las manos, tanto de hombres como de mujeres, algo poco común de ver cualquier otro día a plena luz del día. Todo era amor y movimiento, colores y fiesta, orgullo y valentía.

    Dejé de correr, caminé un poco para calcular rápidamente cuantas personas estaban reunidas a lo largo de la calle, mientras saludaba y abrazaba a muchos conocidos que se habían dado el tiempo para ese día tan esperado.

    Había un poco de confusión, no había anuncio claro de algún comienzo y pronto serían las cinco de la tarde, hora acordada para iniciar la caminata hacia la Plaza de Armas del Centro Histórico de la ciudad.

    “No sé cómo es esto, es mi primera marcha”, me dijo un viejo amigo y colega. Al igual que él, cientos estaban en esa situación. El orgullo de estar ahí es algo inexplicable y me sentí en cierta forma identificado. Técnicamente, era la segunda marcha que cubría, pero el año pasado que asistí llegué un poco tarde, cerca del final, y no había sentido la alegría del arranque previo.

    David García, integrante del Comité de Diversidad Sexual de Chihuahua, grupo que convocó y organizó la movilización de este año, me regaló un pequeño banderín con tres franjas: una de color rosa, otra azul, y la última de morado, que representan el orgullo bisexual. Era la primera vez que sostenía una en las manos. La fijé en mi mochila, mientras hacía un intento por seguir contando personas, al mismo tiempo que saludaba a muchas de ellas.  

    El contingente sobrepasaba mis limites conocidos, jamás había cubierto una movilización tan grande. La multitud de gente se extendía desde la calle Ernesto Talavera hasta la Guillermo Prieto, un tramo de casi medio kilómetro. Pero atrás de ese mar de personas, se formaban pequeños vehículos, camionetas y carros alegóricos, cubiertos de banderas y globos. Es tal vez un poco atrevido estimar un número exacto, pero en un inicio era fácil concluir en que había más de 10 mil personas reunidas.

    “¡Esta es su marcha!”, gritó con gusto Karla Arvizo, directora del Comité de Diversidad Sexual, hacia todas las personas que se encontraban al frente del contingente. Arvizo detuvo su emoción por un momento, habló con alguien por una radio, y vocifero nuevamente: “¡Somos más de 20 mil!” El vitoreo de respuesta no se hizo esperar, pues representaba una cifra histórica y se escapaba a las estimaciones de un servidor. La marcha se convertía de una de las movilizaciones públicas mas grandes en la historia de Chihuahua.

    Con ese fervor, la marcha arrancó. Una hilera de motociclistas cuidaba el frente del mar de personas, guiado por Altagracia de Vizcaya, que lucía un vestido negro de corte recto y sobre su pecho una banda en la que se leía en letras doradas “Miss Chihuahua 1991”, mientras sostenía una pequeña lona cuadrada con el logo del Comité de la Diversidad Sexual de Chihuahua.

    El sol se había ocultado tímidamente tras las nubes, pero la luz sobraba en aquella movilización: las mamás regalaban abrazos, las drags bailaban sobre las trocas, y muchos brincaban al grito de “el que no brinque es hetero”.

    No quería detener la transmisión en vivo, porque el contingente no parecía tener fin. Una drag con un vestido rojo en el que se leía por la parte de atrás “SOY VIH+” y que al mismo tiempo sostenía un cartel que decía “Sin Las Personas Que Viven con VIH no hay Orgullo”, nos recordaba que la serofobia, el miedo irracional a las personas que viven con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, también es una forma de discriminación.

    El colectivo de Nortejiendo sostenía una bandera LGBTI+ tejida a mano. El grupo de Vaqueros de Chihuahua, junto con personas del famoso bar Bandidos, ondeaban grandes banderas negras con su logo. El Movimiento Cannábico de Chihuahua se hizo presente con una lona con su nombre, embellecido por los colores de la diversidad. Parecía que todo mundo estaba presente.

    La cifra de los 20 mil ya no era difícil de creer, ya que de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se calcula que en el estado de Chihuahua viven más de 180 mil personas, mayores de 15 años, que se autoidentifican como parte de la población LGBTTTIQA+. Podrían ser más, ya que no hay garantía de que todxs respondieron la encuesta.

    La marcha avanzó sobre la calle Cuauhtémoc hasta llegar a la calle Aldama, donde vendedores locales y peatones se detuvieron a grabar con sus celulares. Las sexoservidoras de la zona saludaron al contingente, mientras las calles del Centro Histórico de Chihuahua se llenaron de gritos de emoción y orgullo.

    Los conductores de automóviles en calles aledañas empezaron a preguntar que sucedía. “¿Cómo cuánto cree que falte?”, cuestionamiento que respondía rápidamente, para luego correr apresurado a la Plaza de Armas, que se empezó a llenar de personas que se aglutinaron frente a un escenario montado a un lado de la asta bandera.

    “Todavía no llegan todos”, informaba Karla Arvizo desde el micrófono. La plaza pública poco a poco se convirtió en una pista de baile, un lugar de fiesta y relajo, pero también de lucha y de protesta, pues el que todos estuviéramos ahí no era una casualidad.

    Desde el escenario, Arvizo recordó que este día se lo debemos a las trans, a lxs “jotxs”, a todas aquellas personas de la diversidad sexual que dieron su vida para que ese día se pudiera marchar. También agradeció al equipo organizador de la marcha, cuya tarea titánica costó meses de preparación.

    El Comité, junto con Amnistía Internacional y otrxs activistas, también hablaron de una realidad ante la que las autoridades estatales y federales poco o nada hacen: Chihuahua es el segundo estado del país con mayor número de crímenes de odio contra la población LGBTI+. El caso de Nohemí y Yulizsa, una pareja lésbica asesinada en Ciudad Juárez, es uno de los ejemplos más recientes y emblemáticos de esto, ya que la Fiscalía ha descartado que sus muertes entren dentro de este tipo de crímenes.

    El momento de reclamo social también fue aprovechado para señalar los comentarios expresados en redes sociales del diputado local del PAN, Carlos Olson San Vicente, quien advirtió de la “ideología de género” (sea lo que eso signifique) y comparó a las personas trans con aguacates y cebollas.

    Las personas llegaban por montones y el ambiente festivo no se detenía. Hubo de todo un poco: besos y abrazos gratis; gente en las primeras filas frente al escenario cantando los éxitos del grupo Rebelde interpretados por Ultraviolet; jóvenes en un círculo bailaron “Born This Way” de Lady Gaga; lomitos (perros) con pañoletas de arcoíris descansaban junto con sus dueños; y hasta un Jawa de la Guerra de las Galaxias. Era difícil prestarle atención a una sola cosa.

    La postal de ese momento era muy particular. Aquellxs a quienes se nos han negado derechos, discriminado y asesinado en los espacios públicos, nos apropiamos de los alrededores de los edificios de tres entes de poder: el Congreso local, que se olvida de legislar a favor de la población LGBT+; la Catedral de Chihuahua, que representa a una institución que históricamente ha repudiado a las personas sexualmente diversas (salvo honrosas excepciones); y el Ayuntamiento, desde donde se han impulsado programas de educación pública con enfoques religiosos.

    Humos con los colores del arcoíris se materializaron en la plaza y en el escenario. Las personas posaban y se tomaban fotografías. Un vendedor ambulante de la tercera edad, se abría paso entre la muchedumbre, ofreciendo banderas y banderines a quienes le hicieran falta.

    La noche comenzó a llegar, pero el regocijo continuó. Una bandera de franjas azules y rosas, con una línea blanca, ondeaba a unos metros de la iglesia. Una joven pareja de mujeres se besaba con ternura. La gente seguía levantando sus carteles, al mismo tiempo que un olor suave pero amargo, origen de una plantita inofensiva y polémica, impregnó un pedazo del lugar.

    Los pies dolían, pero los corazones estaban contentos, porque ese día, ese dos de julio del 2022, el arcoíris de Chihuahua se construyó de 20 mil colores, valientes, diversos y orgullosos.

    Años de lucha, mucho sudor, lágrimas y sangre inocente, han costado ese momento histórico de Chihuahua y no daremos marcha atrás. Que quede claro: ya no nos vamos a esconder, ya no más. Tenemos el derecho a existir y ser felices, y eso nadie lo va a detener.


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