La Fiscalía General del Estado ofreció 200 mil pesos de recompensa a quien dé datos certeros sobre el paradero de los hermanos Jesús Armando y Paúl Osvaldo Berrelleza Rábago, privados de la libertad por Noriel Portillo, “El Chueco”, el 20 de junio pasado. Se suma a los 5 millones de pesos a quien informe dónde está “El Chueco” para detenerlo.
Texto por Patricia Mayorga
Fotografías por Raúl Fernando
CEROCAHUI, Urique. En pinos verdes, formaciones rocosas y un cerro grande con letras blancas que forman la palabra Cerocahui, se encuentra una sencilla casa encalada, construida de ladrillo, con el techo hundido por un incendio provocado por José Noriel Portillo Gil, “El Chueco”, quien se llevó a los hermanos Jesús Armando y Paúl Osvaldo Berrelleza Rábago el lunes 20 de junio pasado porque ganaron un partido de béisbol contra el equipo que él patrocinaba.
“Dios bendiga nuestro hogar. Paúl, Jesús. Fam. Berrellaza Rábago, Bienvenidos”, dice una placa con la imagen de la Virgen de Guadalupe, del lado izquierdo de la puerta a la entrada de la casa.
Afuera espera un perro solitario sentado entre las rocas aledañas a la casa. Una decena de gallinas caminan de un lado a otro por el patio resguardado por la misma sierra. Unos tanques azules de 200 litros quedaron en medio de las láminas del techo que alcanzaron a caer junto a ellos y un molino rojo de nixtamal, sostenido por troncos, se encuentra del otro lado.
La Fiscalía General del Estado ofreció este viernes, una recompensa de 200 mil pesos por cada hermano, a quien aporte información veraz y útil sobre su ubicación. De acuerdo con la información de la dependencia, los hermanos tienen 24 y 22 años y son buscados por la FGE, la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, el Ejército Mexicano y la Guardia de Seguridad, corporaciones que mantienen un operativo en Cerocachui, municipio de Urique, para dar también con el paradero de Noriel Portillo.
La versión de la FGE indica que los hermanos Berrelaza formaban parte de un equipo de béisbol que jugó unos días antes contra un equipo patrocinado por “El Chueco”, quien tiene 30 años. Ganó el equipo de los Berrelaza Rábago, lo que generó una disputa entre los equipos.
El lunes 20 de junio, Noriel Portillo acudió al domicilio de los hermanos, localizado en la periferia del pueblo de Cerocahui, entre formaciones rocosas y cerros verdosos, para dispararle a Armando y privar de la libertad a los dos. Antes de irse, incendió su humilde casa, donde se encontraba una mujer y un menor de edad, a quienes “El Chueco” les permitió irse sin problema, según la versión de la FGE y de vecinos de la vivienda. Hasta ahora no se sabe nada de los jóvenes que se llevó.
Este hecho sucedió la mañana del 20 de junio. Más tarde, Noriel Portillo se encontró en el hotel Misión Cerocahui con el empresario y guía de turismo Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, a quien también privó de la libertad después de conversar con él. Hasta ahora, en el pueblo de Cerocachi se desconoce qué platicaron, sólo hay suposiciones como que le cobraba una cuota que no quiso pagarle para pasar por un determinado camino.
El hotel donde se lo llevó se ubica a un costado de la parroquia San Francisco Javier de Cerocahui, donde se encontraban los jesuitas. Una de las entradas al templo está justo frente al hotel. La versión de la FGE es que Palma Gutiérrez escapó de su captor e intentó refugiarse en el templo, donde Noriel Portillo asesinó a los jesuitas César Joaquín Mora Salazar y Javier Campos Morales “padre Gallo”.
Sin embargo el provincial de la Compañía de Jesús, Luis Gerardo Moro Madrid, quien acudió el jueves 23 de junio al templo para reconstruir los hechos junto con los jesuitas que sobrevivieron, informó en entrevista que el mismo Noriel Portillo llevó Pedro Palma al centro para asesinarlo.
“Se habla mucho de este guía de turistas que lo meten al templo, no que fuera huyendo, sino que ellos lo meten al pueblo. El hombre ya iba golpeado. El padre, uno de los testigos, ve que es una persona que lo está llevando. Y por qué lo querían matar dentro, no sabemos si la interpretación ahí es que no se viera hacia afuera, que no fuera muy público. Entonces es cuando salen ahí también los padres y abogan por él”
“En algún momento uno de los padres le quiere dar los santos óleos al que está muriendo y le empieza a decir al agresor que piense lo que está haciendo, que está mal. El agresor le dispara. El otro, interviene para convencerlo y entonces se voltea y le dispara al otro padre. El tercer padre que está viendo todo, se queda helado e intenta decirle que está mal. El hombre como que cae en la cuenta, se arrepiente y le pide perdón al padre y le dice que quiere confesarse. Entonces hay unos minutos largos, un tiempo largo en que el asesino le está hablando al padre”, relató el provincial de los jesuitas.
Detalló que aún falta reconstruir otros hechos:
“Una puerta parece forzada. Se dice que uno de los padres que murieron fue sacado de la sacristía, es lo que reconoce uno de los que sobrevive. Que uno de los padres es sacado de la sacristía de los cabellos, lo lleva hasta el altar y es donde sucede todo el resto. Entonces, entendemos que el padre le quiere dar la absolución, el otro se pone pesado, el padre se va a la sacristía un poquito queriendo huir, el agresor va por él, lo jala de los cabellos, lo jala hacia dentro del altar y le dispara. Los dos padres mueren en el altar, no fue abajo”.
En las paredes del templo quedaron como huellas, orificios en las paredes blancos, por donde entraron las balas.
El sacerdote que salió primero a intentar dar los santos óleos, fue el padre Joaquín Mora, quien era conocido como padre Morita. Pedro Palma fue asesinado abajo del altar y posteriormente, Noriel Portillo va por los jesuitas. El vicario de la Diócesis de la Tarahumara, Héctor Fernando Martínez Espinosa, refirió que Noriel Portillo pidió perdón a uno de los jesuitas que sobrevivió y preguntó: “¿Dios me perdona padre”, el sacerdote le respondió que sí y “El Chueco” continuó: “si, claro, te perdono”. Después de insistir que no se llevara los cuerpos, se los llevó con ayuda de otros hombres de su grupo delictivo.
Los primeros días que Moro Madrid estuvo en Cerocahui, después de los homicidios, percibió un ambiente de desolación, desconcierto, tristeza y enojo.
“También había preocupación por los hermanos que están aquí, que sobrevivieron. Todo el temor a que fueran agredidos, no sabíamos qué fuera a suceder. El despliegue militar es exagerado, está bien sí, porque están buscando al agresor, pero nuestro temor es pensar qué va a pasar después que se vayan las fuerzas, la Sedena, la Guardia Nacional, ¿qué va a pasar? Nuestra preocupación es, ¿va a seguir todo igual hasta que suceda otra matanza?”
“(…) Sabemos que va a hacer unos días mientras baja la noticia y adiós. No creo que se quedan a cuidar una comunidad, entonces es eso, son las comunidades de la Tarahumara. Nos queda claro que no nos vamos a ir tampoco de la Tarahumara y no vamos a dejar a la gente. Ayer que yo llegué (el jueves 23 de junio), los jesuitas habían estado muy encerrados, la gente respetando, queriendo hablar por teléfono y los jesuitas ante tanta llamada de todos lados, deciden desconectar el teléfono fijo y más bien recibir mensajes. La gente también estaban guardados. Ayer que vieron que ellos salieron conmigo y todo, me tocó ver personas que empezaron a acercarse y era un pesar, llorando, abrazando a los padres. Fue un momento muy conmovedor, muy triste. La gente por fin pudiendo manifestarle a sus padres el cariño y preocupación por ellos. De verdad que ahí sí dice uno: no puedo dejarlos solos tampoco”, compartió el provincial.
Las dos congregaciones de religiosas que están en Cerocahui, se reunieron con el provincial jesuita y con el obispo de la Tarahumara, Juan Manuel González Sandoval (quien estuvo toda la semana en ese poblado) y les indicaron que tampoco se irán. “Son muy comprometidas, el trabajo de ellas atendiendo a las niñas de la Tarahumara en educación y todo. Dijeron que ahí se quedan, no se van a mover. Quiero destacar la valentía de estas mujeres. A ellas sí, ya las había amenazado El Chueco. Había temor de que se desquitara con ellas también”.
El encargado de los programas sociales de la Compañía de Jesús, Jorge Atilano González Candia, acompañó el cortejo fúnebre de los dos jesuitas en su paso por las de Urique y anunció que esta semana se reunirían con los obispos del país, para presentar una propuesta de atención integral a las comunidades frente a la violencia que viven.
Se refiere a que hay un problema de diseño institucional y de organización comunitaria, por lo que las propuestas serán con base en una transformación institucional, comunitaria y personal.
Respecto de los hermanos Berrelaza, la FGE pidió dar cualquier información o dato certero que ayude a localizarlos, a los teléfonos 614 4293300 extensión 11343 y 656 629 3300, extensiones 56923 y 56924; al sistema de emergencia 911 o denuncia anónima 089 o al correo electrónico comisiondebusquedachih@gmail.com.
Asimismo, ofrecen una recompensa de 5 millones de pesos a quien brinde información que permita dar con el paradero de Noriel Portillo, “El Chueco”. Esta semana, el gobierno federal dio a conocer la detención de 11 durante el operativo de búsqueda de ese líder criminal, entre ellas su abuelo Humberto B.C y un primo, Iván P.P. Sin embargo, no hay evidencia de que hayan participado en los homicidios ni en la desaparición de los hermanos en Cerocahui. A los detenidos les encontraron dos armas calibre .223, un arma corta calibre .45, 10 porciones de cocaína y cinco paquetes de marihuana.
Moro Madrid reiteró que la demanda de los jesuitas no se detendrá con la detención de los culpables. “No solamente encontrando los cuerpos o deteniendo al criminal vamos a detenernos. Queremos algo más: primero detener la violencia en toda esa zona como en todo México. Que volteen las autoridades a ver la pobreza, la injusticia que hay aquí en la Tarahumara, porque si no, va a pasar esto y al mes o quince días, va a seguir igual todo. Y los grupos van a seguir igual. Y el control de muchos pueblos lo van a tener ellos. Y el miedo va a seguir igual. Y la pobreza va a seguir igual. Y la falta de escuelas, la falta de medicinas. Todo va a seguir igual. Si sólo detienen a un jefe delictivo, va a surgir otro”.
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