En México, trabajar no garantiza vivir con dignidad. Mientras el país encabeza la lista de naciones con mayor número de horas laborales anuales, millones de personas repiten una rutina extenuante que apenas les permite sobrevivir.
Descansan un solo día, duermen poco, casi no ven a sus familias y viven estresadas. La reforma para reducir la jornada a 40 horas semanales podría ser un alivio. Pero el gobierno ha decidido postergarla… hasta 2030.
Por Eliezer Reyes / @eliezer_010 / ZonaDocs
Jalisco – “No quiero ser sólo Lili, la trabajadora”, dice Lili, quien trabaja seis días a la semana, al menos diez horas diarias, en una tienda de donas en Guadalajara, Jalisco.
Lili forma parte de una generación que ha normalizado vivir para trabajar. Sus tiempos personales, afectivos, académicos y creativos son absorbidos por una rutina laboral intensa que apenas le permite sostenerse económicamente. Por eso, junto con otras personas trabajadoras, exige que se reduzca la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales.
La reforma constitucional, promovida por el colectivo #YoXLas40Horas, fue aprobada en Comisiones Unidas de la Cámara de Diputados en abril de 2023, pero sigue sin avanzar en el Congreso. La promesa presidencial de aprobarla “sin dilación” antes de 2024 no se cumplió. Hoy, la presidenta Sheimbaum y su partido MORENA han decidido postergarla hasta 2030. Mientras tanto, como señala Lili: “nos están robando la vida”.
Vivir para trabajar no es vida
México se mantiene entre los países donde más se trabaja y peor se vive. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), 3 de cada 10 personas en el país laboran más de 48 horas a la semana, el máximo permitido por la Ley Federal del Trabajo.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México fue en 2022 el segundo país del mundo con más horas trabajadas al año: 2 mil 226, comparadas con mil 373 en Francia y apenas mil 375 en Noruega.
El estrés laboral es otra evidencia del desgaste: el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) calcula que al menos el 75% de las personas trabajadoras en México sufren este padecimiento. Y, como lo advierte el colectivo #YoXLas40Horas, detrás de esas cifras hay vidas truncadas: “No somos un país de flojos, somos un país donde la vida se pierde en el jale”, escriben en uno de sus manifiestos.
Lo anterior refleja que México no es un país de “huevones”, como nosotros mismos a veces nos hacemos llamar: en todo caso seríamos un país de explotadores.
“No quiero ser solo Lili la trabajadora”
En un negocio donde los pedidos no se detienen, Lili —jefa de atención al cliente en una tienda de donas y estudiante universitaria— reflexiona sobre lo que cambiaría si la semana laboral fuera de 40 horas.
“Dicen que ya está aprobada, pero para 2030”, comenta con escepticismo. “Parece que solo quieren dar tiempo para que las empresas encuentren cómo revertirla”.
Lili compara esta reforma con otras más veloces. “La ley Alina ya entró en vigor. Pero esta, que es vital para millones, se retrasa.”
Para ella, trabajar menos significaría más legalidad, más productividad… y más vida. “Muchos formalizarían sus negocios. Porque trabajar menos te permite vivir mejor.”
Hoy, Lili solo descansa un día a la semana. “Me exigen mucho. No puedo cerrar, ni siquiera en fechas importantes”, expresa y, además, agrega: “No quiero sólo ser Lili la trabajadora. Quiero ser Lili la estudiante, la normal… y eso solo se logra con tiempo”.
La movilización por las 40 horas
La propuesta de reducir la jornada laboral a 40 horas semanales surgió desde la calle, no desde los partidos políticos. El colectivo #YoXLas40Horas, integrado por personas trabajadoras, activistas y sindicalistas, se organizó en 2023 para impulsar la reforma al artículo 123 de la Constitución Mexicana.
Durante meses realizaron protestas frente al Congreso, repartieron panfletos, organizaron conversatorios y sostuvieron encuentros con legisladores. En uno de los mítines, un manifestante fue atropellado cuando intentaban entregar una carta a la Cámara de Diputados. En otro, varios diputados abandonaron la sesión justo cuando se iba a votar la reforma.
“Sabíamos que era solo una excusa para retrasar la discusión. Nadie quería verse como quien votó en contra de la clase trabajadora justo antes de las elecciones”, cuenta uno de los voceros del colectivo.
La traición institucional y la promesa lejana
El dictamen fue aprobado en 2023. Sin embargo, la reforma nunca se discutió en el pleno de la Cámara de Diputados. En lugar de legislar, el oficialismo decidió incluir la medida como parte de sus promesas de campaña para 2024, en la lista de los llamados: “100 compromisos para transformar al país”.
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, aseguró entonces que se aprobaría “sin dilación” antes de concluir su sexenio. No fue así. En mayo de 2024, su partido MORENA anunció que la reforma se pospondría hasta el año 2030.
Para quienes han luchado por este cambio, aplazar seis años el derecho al tiempo no es una estrategia electoral: es una condena.
“Ya no tengo tiempo ni para ver a mi novia”
Gerardo también es trabajador y estudiante. Tiene 29 años, vive en Guadalajara y trabaja como cocinero en un restaurante. Su jornada inicia a las 10 de la mañana y termina a las 10 de la noche. Sus únicos descansos los suele usar dormir.
“Ya no tengo tiempo para ver a mi novia ni a mi familia. Y tampoco puedo dejar de trabajar porque no me alcanza” dice.
A Gerardo no le interesa que le prometan la reducción en seis años. Dice que si el Congreso aprueba la reforma, pero deja que las empresas hagan lo que quieran, nada va a cambiar.
“Creo que es un poco de negligencia. Sé que no es fácil para todas las empresas, pero algunas de las reformas más agresivas se han hecho más rápidamente. También podrías hacer esto sin demasiada dificultad”.
“Toda la evidencia nos justifica”
El colectivo #YoXLas40Horas ha elaborado informes, gráficos, manifiestos y propuestas técnicas. Han hecho lo que le correspondería al gobierno: justificar con datos lo que se vive con el cuerpo. Pero también han hecho algo más importante: recuperar la dignidad de quienes trabajan.
“Toda la evidencia nos justifica:la semana laboral debe disminuirse inmediatamente”, escribe el colectivo en su manifiesto final.
Y cierran con una advertencia:
“Si alguna vez se preguntan por qué se erosiona la base de la sociedad, deberían mirar el tiempo que nadie tiene”.
Trabajar sin descanso no es una virtud, es una condena disfrazada de responsabilidad. Es vivir sin tiempo para amar, para aprender, para estar con quienes se quiere. Es morir un poco cada día frente a un reloj que nunca se detiene.
La lucha por las 40 horas no es sólo por una reforma laboral: es por el derecho a existir más allá del trabajo, a recuperar los sueños que se postergan y las vidas que se gastan en turnos interminables.
Porque el tiempo no debería ser un privilegio. Debería ser un derecho.
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Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Pública de la Universidad de Guadalajara, esta crónica se realizó en el marco de la asignatura de Géneros Periodísticos impartida por el profesor Darwin Franco. El texto fue originalmente publicado en ZonaDocs, integrante de TERRITORIAL – ALIANZA DE MEDIOS. Aquí puedes consultar su publicación.
