A una semana de la ocupación de las oficinas del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas por miembros de la comunidad otomí en la ciudad, las demandas de quienes tomaron las instalaciones aumentan, mientras el diálogo con el gobierno no se concreta
Alejandro Ruiz y Arturo Contreras / Pie de Página
Fotos: Arturo Contreras Camero
“Pareciera que las condiciones que orillaron a nuestras hermanas a migrar aquí a México hace treinta años fueran las mismas que hoy tenemos en Santiago Mexquititlán: la pobreza”, asegura Estela Hernández, vocera de esa comunidad en el estado de Querétaro. Estela es otomí, y apoya la toma que otros indígenas como ella hicieron de las oficinas del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas hace una semana.
El pasado sábado 17 de octubre las comunidades que tomaron las instalaciones para reclamar que el gobierno de la Ciudad de México atienda sus demandas de vivienda organizaron un conversatorio para difundir sus demandas a la sociedad.
Desde el 12 de octubre, cuatro comunidades indígenas de la ciudad, tres otomíes y una mazahua, tomaron las oficinas del INPI hartos de que el gobierno ignore sus demandas de vivienda que, en el caso de dos comunidades dilata más de 20 años.
“Sabemos de todos nuestros hermanos, que fue la pobreza la que los obligó a dejar sus sueños. Diciéndoles que la pobreza la dejábamos si íbamos a la ciudad. Pero en la ciudad encuentran discriminación. No los dejan trabajar. No encuentran trabajos dignos porque no tienen estudios”, añade Estela Hernandez.
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