En Guadalupe Coronado, indígenas ralómali (que es como los ralámuli/rarámuri o tarahumara se hacen llamar en esa región) y mestizos llevan a cabo la recreación de la lucha entre el bien y el mal, simbolizados por dos grupos: los fariseos y los diablos.
Texto y fotografías por Raúl F. Pérez Lira
Chihuahua.- En cuanto la sombra tocó el suelo del centro de la comunidad ralómali (que es como los ralámuli/rarámuri o tarahumara se hacen llamar en esa región) de Guadalupe Coronado, en el fondo de la barranca de Urique, los diablos llegaron danzando desde el monte. Con la espalda curva, entre risas y gritos burlones, golpeaban la tierra con rifles hechos de madera. Pequeñas láminas de metal en la punta de los cañones sonaban al ritmo del violín, la guitarra, las matracas y el tambor. Abajo esperaban los fariseos, que tenían a Jesús encerrado en el templo.
En diferentes tradiciones cristianas, el viernes santo se conmemora la muerte de Jesús en la cruz, el gran sacrificio del hijo de Dios para abrir las puertas del cielo a la humanidad. Es un día solemne, de sacrificio y devoción para las iglesias cristianas. Pero mientras que en otros pueblos y ciudades se lleva a cabo la recreación de la pasión de Cristo, el viacrucis, las comunidades de la Sierra Tarahumara celebran estas fechas a su propia manera.
En Guadalupe Coronado, indígenas ralómali y mestizos llevan a cabo la recreación de la lucha entre el bien y el mal, simbolizados por dos grupos: los fariseos y los diablos.






Desde el día jueves, la comunidad encerró a Jesús dentro del templo, protegido en una casa hecha de hojas, a donde no podrían entrar los diablos. Aunque la celebración tiene simbología cristiana, esta no encaja en el molde de la mayoría de las tradiciones cristianas del mundo. Incluso dentro de la Sierra Tarahumara, cada comunidad tiene su forma de entender y llevar a cabo esta lucha. Según Felipe Villegas, el fiestero encargado de organizar la celebración del 2024, esta se tiene que entender dentro de su propio contexto.
“Como lo sabe, esto viene de tiempos muy atrás, cosas que nos han dejado nuestros antepasados. Nosotros seguimos la tradición haciendo lo que ellos nos dejaron para que nosotros sigamos viviendo”, explicó Felipe. “Por ahí nos dice que Jesús fue acorralado, fue perseguido por los fariseos. Y los diablitos, los pintos, ellos son defensores y discípulos de Jesús de Nazareth”.





Como jefe de los fariseos, Felipe está en contra de Jesús. Por eso lo encerraron dentro del templo. Pero al mismo tiempo, al encerrarlo también lo protegen de los diablos, que bajan al pueblo cuando el resto del mundo cristiano se lamenta la muerte de Jesús. Durante la noche del viernes y la madrugada del sábado, los fariseos cargan figuras de santos desde la iglesia a dos arcos colocados en los extremos de la plaza principal mientras los diablos danzan. Luchan al encontrarse y los diablos intentan arrebatarles las lanzas de madera con las que se defienden.

Al preguntársele sobre las aparentes contradicciones entre la simbología, Felipe explicó que Judas Iscariote también era su discípulo de Jesús y fue este quien lo traicionó para entregarlo a los romanos. Por eso el grupo de los diablos carga una figura humana hecha de paja, al que llaman “papá”, la cual simboliza al “Judas”.





Cerca del medio día del sábado, los fariseos destruyen los adornos y los arcos colocados dentro y fuera del templo, enojados por el escape de Jesús. También arrebatan al Judas de los diablos y lo queman en la plaza. Este es el final de la celebración, pero el fuego también tiene otro significado. De acuerdo con Felipe, Judas es quemado junto con las armas, matracas y sombreros de los diablos para que este pueda volver con todo esto el siguiente año.
Así, la comunidad de Guadalupe Coronado da a entender que esta lucha entre el bien y el mal no terminó, sino que continuará el siguiente año.

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