Chihuahua

jueves 2 mayo, 2024

Semana Santa en Guadalupe Coronado, una lucha entre el bien y el mal

En Guadalupe Coronado, indígenas ralómali (que es como los ralámuli/rarámuri o tarahumara se hacen llamar en esa región) y mestizos llevan a cabo la recreación de la lucha entre el bien y el mal, simbolizados por dos grupos: los fariseos y los diablos.

Texto y fotografías por Raúl F. Pérez Lira

Chihuahua.- En cuanto la sombra tocó el suelo del centro de la comunidad ralómali (que es como los ralámuli/rarámuri o tarahumara se hacen llamar en esa región) de Guadalupe Coronado, en el fondo de la barranca de Urique, los diablos llegaron danzando desde el monte. Con la espalda curva, entre risas y gritos burlones, golpeaban la tierra con rifles hechos de madera. Pequeñas láminas de metal en la punta de los cañones sonaban al ritmo del violín, la guitarra, las matracas y el tambor. Abajo esperaban los fariseos, que tenían a Jesús encerrado en el templo.

En diferentes tradiciones cristianas, el viernes santo se conmemora la muerte de Jesús en la cruz, el gran sacrificio del hijo de Dios para abrir las puertas del cielo a la humanidad. Es un día solemne, de sacrificio y devoción para las iglesias cristianas. Pero mientras que en otros pueblos y ciudades se lleva a cabo la recreación de la pasión de Cristo, el viacrucis, las comunidades de la Sierra Tarahumara celebran estas fechas a su propia manera.

En Guadalupe Coronado, indígenas ralómali y mestizos llevan a cabo la recreación de la lucha entre el bien y el mal, simbolizados por dos grupos: los fariseos y los diablos.

La rezandera explica a los diablos, antes de que se pinten, el compromiso de la ceremonia que estaba por comenzar.
Los diablos se pintan con pigmentos naturales hechos rocas blancas que son molidas. El color negro se consigue al mezclarlo con carbón.
Cada diablo tiene patrones diferentes en el cuerpo y son pintados por diferentes personas.
Los diablos se pintan en una casa fuera del pueblo y llegan desde ahí una vez que cae el sol con una efigie de Judas hecha de paja.
En el centro del pueblo personas externas esperan la llegada de los diablos al templo.
Durante toda la celebración, los diablos beben teswino (llamado suwí en el dialecto local del idioma ralámuli), una bebida alcohólica fermentada hecha a base de maíz.

Desde el día jueves, la comunidad encerró a Jesús dentro del templo, protegido en una casa hecha de hojas, a donde no podrían entrar los diablos. Aunque la celebración tiene simbología cristiana, esta no encaja en el molde de la mayoría de las tradiciones cristianas del mundo. Incluso dentro de la Sierra Tarahumara, cada comunidad tiene su forma de entender y llevar a cabo esta lucha. Según Felipe Villegas, el fiestero encargado de organizar la celebración del 2024, esta se tiene que entender dentro de su propio contexto.

“Como lo sabe, esto viene de tiempos muy atrás, cosas que nos han dejado nuestros antepasados. Nosotros seguimos la tradición haciendo lo que ellos nos dejaron para que nosotros sigamos viviendo”, explicó Felipe. “Por ahí nos dice que Jesús fue acorralado, fue perseguido por los fariseos. Y los diablitos, los pintos, ellos son defensores y discípulos de Jesús de Nazareth”.

La imagen de Jesús permanece encerrada y protegida dentro del templo durante todo el viernes santo.
Los fariseos realizan siete procesiones dentro del pueblo durante toda la noche del viernes y madrugada del sábado.
El grupo de fariseos también está encargado de rezar dentro del templo durante el viernes santo.
El fiestero Felipe habla a los fariseos, protegidos de los diablos por lanzas, antes de tomaron un descanso de las procesiones.

Como jefe de los fariseos, Felipe está en contra de Jesús. Por eso lo encerraron dentro del templo. Pero al mismo tiempo, al encerrarlo también lo protegen de los diablos, que bajan al pueblo cuando el resto del mundo cristiano se lamenta la muerte de Jesús. Durante la noche del viernes y la madrugada del sábado, los fariseos cargan figuras de santos desde la iglesia a dos arcos colocados en los extremos de la plaza principal mientras los diablos danzan. Luchan al encontrarse y los diablos intentan arrebatarles las lanzas de madera con las que se defienden.

Felipe Villegas estuvo de la fiesta en 2024. Este año fue la segunda vez que ejerce su cargo. De acuerdo a la tradición, tiene que cargar esta responsabilidad durante tres años, aunque no necesariamente de manera consecutiva.

Al preguntársele sobre las aparentes contradicciones entre la simbología, Felipe explicó que Judas Iscariote también era su discípulo de Jesús y fue este quien lo traicionó para entregarlo a los romanos. Por eso el grupo de los diablos carga una figura humana hecha de paja, al que llaman “papá”, la cual simboliza al “Judas”.

Las danzas continúan hasta el día siguiente, aunque las siete procesiones ya hayan terminado.
En la mañan del sábado, los diablos lavan la pintura de sus cuerpos y corren en el pueblo perseguidos por los fariseos.
La efigie de Judas es quemada es sábado junto con los rifles de los diablos.
Los adornos, la jaula de Jesús y los arcos colocados en el pueblo son destruidos por los fariseos después de que Jesús escapa y suenan las campanas del templo.
Las mujeres de la comunidad barren la plaza de Guadalupe Coronado una vez que termina la ceremonia.

Cerca del medio día del sábado, los fariseos destruyen los adornos y los arcos colocados dentro y fuera del templo, enojados por el escape de Jesús. También arrebatan al Judas de los diablos y lo queman en la plaza. Este es el final de la celebración, pero el fuego también tiene otro significado. De acuerdo con Felipe, Judas es quemado junto con las armas, matracas y sombreros de los diablos para que este pueda volver con todo esto el siguiente año.

Así, la comunidad de Guadalupe Coronado da a entender que esta lucha entre el bien y el mal no terminó, sino que continuará el siguiente año.


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