Chihuahua

viernes 26 abril, 2024

La Feria del Hongo de San Juanito, una esperanza para el bosque

El festejo se da por primera vez desde el inicio de la pandemia. Después de los incendios que azotaron a la Sierra Tarahumara, estos organismos podrían ayudar al bosque a recuperarse.

Texto y fotografías por Raúl Fernando

A las siete de la mañana el domingo, un grupo amantes de la naturaleza y la buena comida se reunieron en el centro de San Juanito para salir juntos a buscar el regalo de las lluvias: toda clase de hongos comestibles, no comestibles, tóxicos e incluso alucinógenos que crecen en la Sierra Tarahumara en esta época.

El grupo fue guiado por la Doctora Miroslava Quiñonez Martínez, una reconocida micóloga que ha dedicado más de veinte años de su vida al estudio del reino de los hongos. Ella fue invitada para dar una plática en la Feria del Hongo en San Juanito, Chihuahua, y supervisar esta actividad.

Los asistentes llevaban canastas en las que colectaron sus hallazgos: hongos rojos, naranjas, rosados o completamente blancos, de diferentes formas y tamaños, lisos o con puntos, que crecieron sobre el pasto, estiércol o troncos.

La colecta de un asistente. Fotografía por Raúl Fernando.

Algunas personas con más experiencia, aficionados a los hongos, los identificaron ellas mismas. Un gran hongo con la parte de abajo, llamada himenio, es porosa y se trata de un Boletus edulis u “hongo pambazo”, un dulce manjar que en Europa puede alcanzar precios muy altos.

La Dra. Miroslava explica que si el hongo es de color claro y tiene el himenio poroso, y no laminado, como los portobello o las setas que se venden en los mercados, posiblemente sea comestible. Sin embargo, un hongo muy parecido al codiciado “pambazo”, pero con la base roja, se trataría de un Boletus satanas y es áltamente tóxico.

Otro hongo completamente blanco y que resalta en el paisaje, entre las hojas de los pinos que tapizan el suelo, podría tratarse de una Amanita virosa, conocido también como Ángel de la muerte. Su apodo hace justicia a su efecto si es comido por un humano.

Asistentes a la feria inspeccionan un posible Amanita virosa, un hongo tóxico. Fotografía por Raúl Fernando.

De cualquier forma, la doctora estuvo ahí para despejar dudas y guiar a las personas más inexpertas.

“Muchos decimos que no son comestibles pero no porque sean tóxicos, sino simplemente porque cuando te lo comes sabe a rayos. Al paladar pues no es agradable”, contó la doctora al grupo de entusiastas.

La Dra. Miroslava revisa la colecta de uno de los asistentes. Fotografía por Raúl Fernando.

Las dos estrellas de la feria son el morochike (Amanita caesarea) y el sojachi (Amanita rubescens), dos hongos que forman parte de la cocina tradicional rarámuri en casi toda la Sierra Tarahumara. Crecen cerca de los pinos y su bello color amarillo o anaranjado llama la atención del caminante. En agosto es común encontrar a personas vendiéndolos en canastas o cubetas a un lado del camino.

En otras regiones se consumen estos y otros hongos, pero todo depende de si el conocimiento de ese hongo y sus usos se conoce y se transmite por las familias.

Una niña cuida los morochike u hongo falda amarilla que encontró su mamá. Fotografía por Raúl Fernando.

Para la Dra. Miroslava, es fundamental que las nuevas generaciones se interesen en el tema, ya sea porque se quieran dedicar al estudio de los hongos o simplemente para conocer más sobre el entorno en el que viven.

“Ayer que tuve la plática me interrumpió varias veces un niño y yo quedé encantada con él porque imagínate, ponerle la semillita a un niño de la inquietud de esto es grandioso,” dijo la doctora en entrevista con Raíchali, “y me preguntaba cuáles son los tóxicos, cuáles son los venenosos, y por qué hay unos chiquitos y unos grandes, preguntas que los adultos no hacen”.

La Dra. Miroslava comenzó a estudiar los hongos de la Sierra Tarahumara mientras cursaba su maestría en la Facultad de Zootecnia de las Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh), cuando le ofrecieron trabajar en un listado de hongos.

Una niña revisa un hongo que encontró en el suelo. Fotografía por Raúl Fernando.

“La verdad me enamoré de los hongos, y también de la gente de aquí de San Juanito, muy cálida y muy protectora”, dijo la doctora, “cada vez que vengo digo hay muchos proyectos por hacer, hay mucho por conocer, por aprender de la gente de aquí”.

Ese listado de transformaría en un libro que presentó en la primera edición de la Feria del Hongo en 1999, en las cabañas Norítari, y varios años ha sido una de las invitadas especiales. Desde entonces ha desarrollado una relación especial con San Juanito y la sierra.

Cultivar hongos para ayudar al bosque

La Dra. Miroslava actualmente trabaja en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), donde desarrolla un proyecto para aumentar la resistencia de los árboles y mejorar la salud del bosque mediante el cultivo de los hongos nativos.

La parte visible y que comúnmente conocemos como hongo, es en realidad el fruto de un organismo que vive debajo de la tierra. Ese organismo subterráneo está compuesto de una intrincada red de hilos llamados hifas y que en conjunto llamamos micelio, la parte vegetativa del hongo.

Estas hifas se entrelazan con las raíces de los árboles cercanos y forman una asociación simbiótica llamada micorriza, una relación en la que el hongo obtiene nutrientes del árbol mientras que el micelio vuelve al árbol más resistente a plagas, enfermedades y factores ambientales extremos.

La colecta de uno de los asistentes. Fotografía por Raúl Fernando.

“La planta tiene el beneficio de todo ese sistema y el hongo tiene el beneficio de que necesita una fuente de carbono de materia orgánica y la planta se lo da, entonces es una simbiosis de tipo mutualista, hay un beneficio entre ambos “, explicó la doctora.

El proyecto en el que trabaja busca entender qué hongos funcionan mejor con qué tipo de árboles y en qué edad de su vida.

“Si quiero que la Amanita caesarea, el morochike, micorrice los pinos a nivel de plántula, no se va a poder, ella micorriza a árboles de edad más adulta. Entonces también es importante hacer estudios de edad del bosque, para ver qué hongos son más propios de acuerdo a la edad del arbolado”.

La idea es cultivar el micelio en condiciones cien porciento limpias para luego licuarlo, diluirlo e insertarlo en el suelo, cerca de un árbol que sea del agrado del hongo, y así formar la micorriza. En uno o dos años, podríamos ver los primeros hongos surgir de la tierra y el árbol gozaría de mejor salud.

El llamativo hongo Coprinus comatus es comestible si se le sabe preparar. Fotografía por Raúl Fernando.

“Si yo quiero comprobar si el pino está micorrizado, le hago un corte a la raíz y con el microscopio vamos a ver una red en la corteza, que se llama Red de Hartig, ese es el indicador de que ya está ya micorrizado”, explicó la doctora.

Los ensayos realizados con las esporas de los hongos han sido positivos. Pero cuando usan esta solución a base del micelio del hongo, son mejores.

En el equipo con el que trabaja en la universidad hay estudiantes de la licenciatura en biología y de la maestría en ciencias químico biológicas, enfocados en estudios sobre restauración y diagnóstico de los recursos naturales. La doctora espera formar investigadores y apoyarlos para que continúen en el estudio de los hongos y sus beneficios.

Parte de los hongos recolectados durante la mañana del domingo fueron donados para la exposición de la feria. Fotografía por Raúl Fernando.

“Tenemos mucho qué hacer pero para eso hay que inculcarles esto a los estudiantes para que generen más proyectos los muchachos.”

Al ver las zonas de bosque afectadas por los incendios en Bocoyna, se preguntó qué hongos hay ahí y cuál es la composición de los suelos. Entenderlo sería clave para la recuperación del bosque.

“Se puede ir monitoreando qué hongos te pueden servir como indicadores y qué nutrientes tiene el suelo para hacer proyectos de restauración y acelerar un poquito ese proceso, entonces meter plántulas que resistan las condiciones del suelo y meter hongos que estén adaptados a esas condiciones”.

Tanto el morochike como el sojachi tienen una fuerte relación con los pinos. Los madroños y las cericaceas son preferidos por las boletaceas, como el “hongo pambazo”.

Una sanjuanense acudió a la feria para identificar un gran hongo blanco, posiblemente Amanita virosa, que encontró a un lado del camino. Fotografía por Raúl Fernando.

En regiones donde hay más encinos, como en Creel, Arareco y Cusárare, se encuentran más hongos cantarelos. De un color muy vivo entre amarillo y dorado, estos hongo son deliciosos pero su consumo no es popular en la región, de acuerdo con la doctora.

La Feria del Hongo en su edición 2021 fue organizada por un comité organizador que contó con el apoyo de la Unidad de Manejo Forestal de San Juanito, Agrobiodiversidad mexicana, Universidad Tecnológica de la Tarahumara, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Universidad Nacional Autónoma de México y su Instituto de Biología, Comisión Nacional Forestal y Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.


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