En el municipio de Guachochi, mujeres y hombres rarámuri de 12 comunidades se reunieron para intercambiar semillas de maíz, frijol y calabaza en un ritual con el que buscan preservar las especies nativas y mejorar su producción
Texto y fotos: Adriana Esquivel
Sewérachi, Guachochi.- En las manos de las mujeres y hombres rarámuri vive y camina el maíz. Sin él, asegura María Luisa Bustillos, este pueblo indígena se quedaría vacío: no habría comida, no tendrían fiesta y su identidad se perdería.
Conscientes de su importancia, representantes de 12 comunidades del municipio de Guachochi, viajaron hasta Sewérachi para intercambiar sus semillas nativas, camino que les tomó de dos a cuatro horas.
La distancia no los detiene. Caminaron desde Ciénega de Norogachi, Norogachi, Aboréachi, Caborachi, Rochéachi, Corralitos, Choguita, Pawirachi, Tatawichi, Pawichique y Papajichi, hasta Sewérachi.
Llegaron con sus wares llenos con maíz azul, blanco, rojo y cristalino; con frijol morado, mantequilla y pavo real. Llevaban semilla de calabaza casco duro, habas y hasta botes de pomadas curativas para intercambiar.
Detrás de la ceremonia que desde 2015 impulsó María Luisa, actual siríame (gobernadora) de Ciénega de Norogachi y presidenta de la asociación civil Napawika Tibupo Kawi (Natika), está la preocupación de los rarámuri por conservar el maíz.
María Luisa insistió en que no se pueden quedar con los brazos cruzados ante la amenaza de que a la Sierra lleguen los transgénicos. Por ello asegura que, mientras tenga fuerza, trabajará por defender su cultura y para que transmitir a los niños y niñas sus tradiciones.
“¿Se
imagina qué pasaría en la Sierra Tarahumara si llegan los transgénicos?
Nos acabamos…, como pueblo rarámuri, sin maíz no tenemos nada, por
eso debe caminar con nosotros… Si un día todo se vuelve transgénico, ¿dónde
vamos a quedar nosotros”
La cosmovisión y filosofía de los rarámuri, explicó el investigador Robert Bye, es la de mantener el orden en el mundo. Lo hacen a través de sus danzas, de la música, pero también en el respeto y cuidado de la madre tierra.
“Ellos siembran el maíz para alimentarse, para el ritual, respetan y protegen a la madre tierra. Con este intercambio reconocen su papel, revaloran y refrendan su compromiso para mantener su identidad”.
Compartir la alegría
La ceremonia, programada para el 19 de marzo, comenzó a las 11:00 con las primeras danzas y la preparación de la comida.
El intercambio es parte de la vida diaria de los rarámuri. Doña Refugio, por ejemplo, cuenta que en su comunidad Ciénega de Norogachi, nunca se dejan solos. Cuando alguien no tiene para comer, siempre hay quien comparta un plato.
Lo mismo sucede con la siembra. De la cosecha que ella levanta, siempre comparte con sus familiares o con vecinos, quienes también le llevan alimentos cuando pueden.
“Es importante venir a intercambiar semilla, compartir es algo que todos hacemos. Todos damos un poquito de lo que tenemos, esto ayuda a que no se nos acabe. Es muy bonita la fiesta, porque se da lo que tenemos y podemos traer”
Frente a la iglesia de la comunidad todo era fiesta. El intercambio se anunció con la danza de los pintos, mientras que las mujeres terminaban de cocinar y compartían el tesgüino con las personas presentes.
Para las 16:00 inició el ritual. Las mujeres se sentaron alrededor de la cruz del atrio. Levantaron las semillas en sus manos. Una de ellas roció el circulo con agua de los aguajes para bendecir las semillas.
En el caso del maíz, explicaron, deben transmitir a los niños y niñas la importancia de que la semilla se mueva, porque si se siembra en el mismo lugar cada año, pierde vigor y la producción baja.
Además, se les enseña que cada uno tiene su razón de ser y su tratamiento especial ya sea para el pinole, para las tortillas o para el tesgüino.
Después de dar gracias, de mano en mano compartieron sus semillas. Las acumularon en paliacates de colores y entre risas y anécdotas, se comprometieron a cuidar la tierra, a fortalecer el corazón de sus semillas y a regresar, el próximo año para continuar con su labor de preservar las especies nativas.
“El maíz siempre tiene que caminar con nosotros, es por eso seguimos aquí, para que el corazón de nuestras semillas esté muy fuerte, para que nuestra cultura no se pierda. Hoy estamos aquí para enseñarles a los niños nuestras tradiciones y recordad que sin el maíz no somos nada”