Chihuahua

lunes 18 marzo, 2024
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    Semillas nativas: identidad, comunidad y resistencia

    La Casa del maíz Tlajomulco, la Comunidad Creativa Entreflores, el Colectivo Agroecológico Teocintle y el Huerto Comunitario Tlacuache Huentitán trabajan por la preservación de recursos y saberes locales.

    Por Karina Abigail Peña Mendoza / @KarinaPeña / Zona Docs

    En el pueblo San Juan Evangelista, ubicado en el municipio Tlajomulco de Zúñiga, una familia lleva más de 17 años rescatando diversidad a través de la conservación, almacenamiento, producción y uso de semillas nativas. Este proyecto familiar y de conservación se llama La Casa del Maíz Tlajomulco.

    Inspirado por su abuelo, Ezequiel Cárdenas comenzó con este proyecto para mantener el cuidado de su familia a través de la unión entre su relación con la tierra y una alimentación saludable, en su caminar encontró su gran pasión: el maíz. Su labor ha sido tan significativa que fue nombrado como “Guardián del maíz” y la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias(RASA), reconoció su casa como la segunda reserva de semillas más importante de la red al proteger más de 25 variedades de maíz, más de 18 variedades de frijol y 3 variedades de calabaza.

    Las semillas nativas son resultado del trabajo de muchas generaciones de agricultores que las han domesticado, mejorado, reproducido e intercambiado a través del tiempo. Esta conservación requiere conocimiento y paciencia tal como nos describe el encargado del banco de Semillas de la Comunidad Creativa Entreflores ubicada en Nextipac, en el municipio de Zapopan, conocido como Tito:

    “Identificas las lechugas que tienen una característica que te interesa, por ejemplo, creció rápido, no la atacaron los insectos, tuvo hojas rojas, y las marcas. Después las tapas para que se reproduzcan entre ellas y una vez hecha la cruza esperas su maduración para poder cosechar su semilla”.

    Este es el proceso de producción de semillas de lechuga que se da a través de una polinización abierta sin alterar su naturaleza.

    Forma en que marcan las plantas para semilla en la Comunidad Creativa Entreflores. / Fotografía: Ulises Brambila

    Cuando llega el momento de la cosecha de semillas también hay ciertos pasos que seguir, como lo cuenta Tito: “Tienes que observar si la flor de la planta ya se preparó para la transformación hacia la semilla, verificar que esté bien seca y comenzar a recolectarlas, después separas la semilla de los restos de flor a través de tamices o con ayuda del viento”.

    En la Comunidad Creativa Entreflores almacenan las semillas en frascos de vidrio reciclados e identificados con nombre y códigos, los guardan en la oscuridad y procuran sellar bien los frascos para que el oxígeno no limite la vida de las semillas.

    Semillas de brócoli en el banco de semillas de la Comunidad Creativa Entreflores. / Fotografía: Ulises Brambila
    Banco de Semillas de la Comunidad Creativa Entreflores / Fotografía: Ulises Brambila

    Este proceso es el mismo que siguen para las 200 especies que se siembran en esta comunidad, tomando en cuenta las características y necesidades de cada variedad de planta. Ahí siembran desde plantas medicinales como equinácea, caléndula, epazote y manzanilla; pasando por frutos como amaranto dorado gigante, calabacita bola y variedades de maíces; hasta hojas y flores comestibles como la flor guadalajara, malva real, mastuerzo, arúgula, acelgas y quelites.

    Variedad de cultivos en la Comunidad Creativa Entreflores / Fotografía: Ulises Brambila

    Sin embargo, estos proyectos se ven amenazados por la industria agroalimentaria que ha desplazado los recursos y saberes locales por nuevas tecnologías y semillas “mejoradas” bajo el discurso de tener cultivos más productivos, lo que pone en riesgo la posibilidad de las personas de consumir alimentos limpios, sanos y adecuados conforme a su cultura.

    “Junto con el avance de las técnicas para aumentar la productividad del campo, llegó también la proliferación de semillas patentadas (y otros organismos genéticamente modificados), poniendo en riesgo la diversidad de alimentos, la cultura alimentaria y la soberanía de los pueblos”.

    Es así como lo describe el Observatorio del Derecho a la Alimentación ¿Qué comemos? en su Primer Informe de Políticas Públicas. Este observatorio es una iniciativa del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, (ITESO), que busca analizar y presentar información sobre los problemas que obstaculizan la plena realización del Derecho Humano a la Alimentación Adecuada en los municipios al interior de Jalisco, además pretende formar opinión pública para despertar el interés por la investigación e incidencia en este tema. Esta iniciativa también reconoce e impulsa el trabajo de los pequeños productores, organizaciones y colectivos que promueven una alimentación sana y agroecológica.

    Tal es el caso del Colectivo Agroecológico Teocintle que enseña que tejiendo lazos entre la comunidad es posible mantener sistemas alimentarios sostenibles. Todo esto pese a que la gigantesca industria alimentaria insista en que el campo y la agricultura deben ser modernos, con semillas modificadas y basados en la producción masiva de alimentos.

    Este colectivo tiene su lugar de encuentro en el Parque Agroecológico de Zapopan, ubicado en la colonia Santa Margarita. Blanca, integrante de este colectivo desde su fundación, afirma que es un espacio intergeneracional donde hay actividades para todos y todas sin importar la edad. Hay un niño de dos años que está presente en todas las tareas que hacemos”, comenta entusiasmada.

    La historia de Paola es similar. Ella comenzó a participar desde hace 8 años, cuando apenas tenía 10 y considera que además es un lugar que transmite tranquilidad: a pesar de estar en medio de la ciudad llegas aquí y piensas que sales a respirar naturaleza”.

    Polinizadores en el Parque Agroecológico de Zapopan / Fotografía: Ulises Brambila.
    Trabajo comunitario del Colectivo Agroecológico Teocintle / Fotografía: Karina Peña

    En palabras de Ángeles, una mujer con gran espíritu revolucionario y cautivada por el trabajo que hacen en Teocintle, ellos cultivan amor a la tierra, rescate del espacio y producción de alimentos limpios, características que se replican al intercambiar trabajo y conocimiento entre los colectivos que conforman la Red de Agricultura Urbana, (RAU), de la Zona Metropolitana de Guadalajara. “Cada mes visitamos un huerto diferente para apoyarnos en las diferentes actividades, es bonito recibir gente, convivir y compartir saberes”, comparte Blanca.

    Ángeles cosechando col en el Parque Agroecológico de Zapopan / Fotografía. Ulises Brambila

    A esta actividad de trabajo comunitario se le conoce como tequio. Jassiel, integrante del Huerto comunitario Tlacuache, en Huentitán, explica que tequio es una tradición milenaria de trabajo colectivo en beneficio de lo común”, ellos, como parte de la RAU, han adoptado esta tradición que además permite el intercambio de semillas locales, que son protegidas y reproducidas por cada colectivo empleando los saberes que comparten entre sí.

    Esta implementación de agricultura urbana colectiva es una forma de ocupar los espacios públicos, de defender los elementos tangibles, como el espacio físico, pero también los intangibles, es decir, aquellos como la tradición e identidad comunitaria. Jaasiel explica que el espacio del huerto se ve amenazado por la privatización del parque que se ha anunciado recientemente. Pese a eso, él cree que defender el parque es defender la comunidad”.

    Jassiel explica las zonas amenazadas por la privatización del espacio. / Fotografía: Ulises Brambila
    Mantenimiento en las camas del Huerto comunitario Tlacuache Huentitán / Fotografía: Ulises Brambila

    A su vez, Mario, biólogo e integrante del Huerto Tlacuache, identifica el espacio como protagonista para implementar nuevas formas de participación e incidencia en la ciudadanía. Esta estrategia permite permanecer en colectividad y hacer milpa. A través del texto titulado “Milpa y Resistencia” Mario describe que este sistema de cultivo representa una verdadera hazaña biocultural patrimonio de México:

    La milpa es una verdadera proeza agronómica y alimentaria: el frijol le da al suelo el nitrógeno que el maíz requiere en gran cantidad, cuando es guía se enreda del tallo del maíz que le da sostén, a su vez, las anchas hojas de la calabaza favorecen la conservación de la humedad en el suelo. Por si fuera poco, combinados en la misma comida son un grandioso alimento”. Este fragmento nos remonta al trabajo de Ezequiel sobre la protección de variedades de estos elementos que conforman la milpa, reiterando así la importancia de sumar como sociedad para que estos proyectos sigan en pie.

    Fotografía : Ulises Brambila

    Las semillas son síntesis de historias. En voz de los colectivos, significan vida, herencia ancestral, inspiración, unión y buena alimentación. En estos tiempos, en los que su conservación se ha vuelto cada vez más complicada por las constantes amenazas de la industria, le dan significado a la resistencia y son punto de partida para volver a los saberes comunitarios, que mantienen la posibilidad tangible de alcanzar una autonomía alimentaria.


    Este trabajo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.

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