Chihuahua

viernes 19 abril, 2024

Los títulos no significan mucho, la docencia debe nacer del corazón: maestro rarámuri


Texto: Raíchali
Imágenes: Raíchali y cortesía Servicios Educativos del Estado de Chihuahua

Chihuahua. – La vida de Rafael no fue sencilla. Como la mayoría de los niños rarámuri, trabajó desde muy pequeño para ayudar a su familia a salir adelante, pero siempre se preguntó cuál sería el camino para mejorar su situación.

El sueño de Rafael era convertirse en abogado, por eso, decidió dejar el trabajo y retomar sus estudios cuando cumplió 15 años. Cinco meses después se graduó de secundaria gracias al sistema del Instituto Nacional de Educación para Adultos.

Su desempeño le ayudó a conseguir una beca para entrar a la preparatoria en la capital de Chihuahua. Con la promesa de mejorar la vida de su familia, dejó Guachochi y se mudó a la Casa del Estudiante.

Imagen archivo

Pero su familia era muy pobre y no podían pagar la universidad. Recuerda que al graduarse la única oportunidad que tuvo para continuar sus estudios fue migrar al estado de Guerrero, en donde hizo un curso de inducción para ser maestro de educación indígena.

“Llegué al internado de Guerrero refundido en las montañas y yo era el único alumno de Chihuahua, 100 por ciento rarámuri. Ahí adquirí una experiencia que fue triste, pero muy bonita al final porque aprendí la importancia de hacer mi trabajo de la mejor manera”


A 31 de conseguir su primera plaza como maestro de educación indígena en su natal Guachochi, Rafael no podría estar más satisfecho de la profesión que la vida eligió para él.

“Ser maestro de educación indígena no es sencillo. En primero lugar tienes la geografía, las distancias; nosotros atravesamos llanuras y barrancas para llegar a las escuelas más pobres para enseñar”


Comentó que siempre procuró continuar con sus estudios. Después de convertirse en maestro estudió dos maestrías y, aunque la economía le ha impedido hacer otro posgrado, procura estar actualizado en los procesos educativos.

Comentó que él es un convencido de que enseñar debe nacer del corazón del maestro y, en educación indígena, el reto es doble porque se debe coordinar el proceso de aprendizaje con la vida comunitaria, la cosmovisión de los pueblos indígenas y, lo más importante, el respeto y preservación de la lengua materna.

“Yo le apuesto mucho a mi experiencia propia. Soy una persona que sufrió en su trayectoria desde la niñez hasta la vida adulta y algo que he aprendido es que los documentos, los títulos no significan mucho… la docencia debe nacer del corazón”


De todo lo que ha visto como maestro, el recuerdo más preciado que tiene fue el de la primera escuela en la que trabajó. Recién egresado tuvo la encomienda de fundar la primera escuela unitaria y bilingüe en Rojachique, Guachochi.

Era 1989 y las clases las impartía dentro de una cueva. Recuerda que él vivía con una familia rarámuri que era extremadamente pobre. Con ellos sufrió las temperaturas extremas de invierno y verano; no había caminos, ni casa y, con una sonrisa, relata que algunas noches la cena era gato montés con frijoles.

En esa primera escuela tuvo la lección más grande de su carrera: hay que preservar la identidad étnica.

“La escuela era de extrema pobreza. Mis alumnos iban con su indumentaria tradicional y sólo hablaban rarámuri. Mis padres no me lo enseñaron, esa es una realidad de la juventud rarámuri, pero me lo propuse y en cuatro meses ya estaba comunicándome con los estudiantes. Desde entonces no se me ha olvidado”


Para Rafael esos recuerdos son tan fuertes que pareciera que los vivió ayer y ahora, como encargado de la Dirección de Educación Indígena, Migrante y Menonita, busca promover que su aprendizaje trascienda al modelo de estudios actual.


Entre sus proyectos destacan la impresión de libros de primaria 100 por ciento en lengua tepehuana, guarijío, pima y rarámuri de la alta y baja tarahumara, así como la profesionalización de maestros bilingües.

“Ser maestro de educación indígena vale la pena porque aprendes a adaptarte a otras realidades. Muchos de nosotros no teníamos la vocación, sino por necesidad, por nuestras carencias y vulnerabilidad, pero al momento en el que se nos da la oportunidad nos gusta, y eso nos llega hasta el corazón”

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